miércoles, 29 de febrero de 2012

Cartas frias


Hola, endiablada amiga. No sabrás exactamente a que me refiero con llamarte  de esta manera, pero una de sus intenciones es que veas y creas que esa palabra no la digo de forma totalmente descabellada. Yo no soy como la generalidad de la gente que hay por aquí y que tu has querido imitar siendo que no son esos tus modos de actuar en realidad. Insultar sin razón alguna, simplemente por el placer de hacerlo sabiendo que no me puedo defender más que con palabras no demostrables a no ser que salieran las protagonistas que en buena lógica no lo harán y si lo hicieran seria para echar leña al fuego, pero tampoco, porque así demostrarían que sí tuve trato con ellas realmente.
Pero digo, que a ti, estos insultos y provocaciones, te salen cuando aparecen en ti sentimientos de ira dado que eres una mujer acaparadora que te crees merecedora de toda clase de atenciones y condescendencias tan sólo por ser una mujer hermosa y atractiva.
 Un atractivo no sólo de belleza física si no otro que no solo se ve con el sentido de la vista, sino con el de la admiración profunda más adentro de tus ojos. En estas cosas no se fija ni observa todo el mundo por eso te decía que yo disfruto mucho más de mis acciones y hago lo mismo con quien tengo al al lado...o debajo o encima ; no soy elitista en esto. Es parecido a lo que te decía sobre el sexo y mi particular forma de hacerlo sacrificando en un principio parte de mi placer en favor de la mujer por la que debo de tener, eso si, algo más que afecto.
Ya se que para ti es sólo palabreria barata y vacía; que a ti tan sólo te llena la materia que es la que se palpa y da placer inmediato.
Puede que no hayas conocido esa sensación extraña en la que da la impresión que una ducha fría de agua mentolada nos rocía el cuerpo interiormente de arriba a abajo, de adentro afuera; sin perder detalle y que nos hace perder la noción de la vida.
Cuidado. Esto no tiene parecido, ni de lejos, con el orgasmo más salvaje que hayas podido tener y que encima dudo mucho que, el más sublime placido por ti, llegara  ni siquiera a ser silvestre, que suena más a cuento.