miércoles, 30 de marzo de 2011

La envidia

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Envidia. (Del lat. invidĭa). f. Tristeza o pesar del bien ajeno.



Tambien produce estos nefastos efectos:

Resquemor ( ardor repetido en la base de los párpados ). Pelusa ( salen borras esponjosas y blancas sobre todo en la lengua ). Disgusto ( des dis, distancia; el gusto se aleja y ya no puedes degustar un buen cocido de León.....de Layos, perdón ). Tirria ( excitación sexual nociva y desesperante pues nunca llegas al climax ). Animosidad ( dolor salvaje en los labios que tratan de reir de forma disimulada, cuando lo que quieren expresar en realidad, es una mueca de desesperado llanto). Rabia ( hongo de color pardo que sale en los garbanzos despues de soportar desdichadas lluvias - uf, el cocidooo..). Celos ( no hace falta tener envidia ). Desazón ( el cuerpo pica de forma desaforada y se provocan llagas horribles y verdes con las uñas ponzoñosas). Resentimiento ( fastidio por tener muchos, variados y contradictorios sentimientos a la vez. Esto nos puede llevar al resquemor y a la desazón, con lo que el tormento está servido).





sábado, 19 de marzo de 2011

Cuentanos una historia, majete


Resumiré: Sabemos de la extraordinaria imaginación humana respecto a seres y episodios  fantásticos en la mitología y luego en la edad media, en donde tan desbordante era la imaginación que no parecía que esta saliera de seres de intelecto normal.
Desde luego que, estas entelequias las exponían personas que andaban en esferas poco corrientes, aisladas del pueblo llano y vulgar y teniendo su cuna casi en su totalidad, en los monasterios y santuarios.
Pero, ¿Venían de las mentes cenobitas estas extrañas ideas?. No. Provenían de los seres que caían bajo el influjo de la tortura y eran escuchadas por estos.
No voy a extenderme en este momento en estos detalles y diré que estas fantasías desorbitantes las emitían los torturados y copiadas por los espectadores debidamente autorizados.
Cuando se empezó a observar que al tratar de sacar una confesión deseada y excederse en la intensidad de la tortura e incluso en la especialidad, el ser torturado explicaba cosas que ningún ser, por mucho que se exprimiera la parte del cerebro de donde salen las más oníricas ideas, podría hacerlo.
Así pues, la tortura pasó como método para extraer verdades, a una máquina inagotable de relatos que daban placer directo a quienes observaban y escuchaban y que más tarde relataban, escribían y difundían.
Casi todos hemos sentido en algún momento de nuestras vidas un gran dolor físico; seguro. ¿Nadie se ha pillado los dedos súbitamente en una puerta?. ¿Verdad que en ese mismo instante no sentimos el mismo dolor que el que padecemos al poco rato?. Son escasos segundos, décimas acaso en que el dolor, es tan inmenso, que el cerebro no tiene tiempo de interpretar la intensidad.
Si cuando va llegando el dolor consciente alguien insiste en seguir apretando la parte magullada, el dolor llegará a ser espantoso porque ya lo estamos razonando y no queremos seguir padeciendolo en contra de nuestra voluntad. Una defensa ante esta perversidad indeseable seria el desmayo, pero no todo el mundo tiene, digamoslo así, esta habilidad inconsciente.
Entonces ¿ Cual es el mecanismo para evitar ese dolor irresistible?. Una potente droga. Pero, acaso nos la va a proporcionar el verdugo?. Pues no. Seguro que no. Es entonces cuando entra el cuerpo humano a emitir una serie de hormonas, tales como las famosas endorfinas y otras, en cantidades enormes, produciendo en el cerebro la sensación de estar atiborrados de sustancias alucinógenas.
El torturador cree que estamos en su poder y decimos lo que él desea, pero la realidad es que nos hemos proporcionado una defensa delirante en la que comenzamos a emitir todas las reminiscencias emocionales y experiencias vividas por el ser humano a lo largo de su vida, en una mezcla heterogénea en donde entran recuerdos pertenecientes hasta cuando éramos tan sólo una molécula, una bacteria  o, incluso, un proyecto mental perdido en una atmosfera desconocida.