No nos engañemos. Las fallas, con sus monigotes burlescos representando a toda una sarta de políticos con más o menos implicación en asuntos corruptos y delictivos, no son una denuncia, si no una especie de disculpa y paso por un pequeño purgatorio por cometer pecadillos y acciones picarescas innatas a sus posiciones sociales.
La gente se ríe con ellos y con esa risa, perdona.
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