sábado, 16 de julio de 2011

Entrelobos



He visto hoy esta película semidocumental basándose en un hecho real que, a resultas de este film, ha sido dado a conocer masivamente.
Lógicamente tiene multitud de efectos sentimentales en multitud de diferentes mentalidades  e invita a meditar, a unos,  sobre el transcurso accidental de una vida sin ir más allá y, a otros, a centrarse en tres vivencias tremendamente separadas y analizadas por separado.
La frase escrita que sale al final de la película y dicha por Marcos Rodriguez Pantoja, cuando ha sido insertado en una sociedad que lo trata como a cualquiera con poca experiencia y limitado vocabulario, es  transcendental:
“ Desde hace 42 años que vivo entre los hombres, no he aprendido nada. Todo lo que sé lo aprendí entre los animales “
Fue vendido a los 7 años por su padre a un pastor de cabras y todos los días de su vida hasta entonces, estaba rodeado de palizas hacia su persona por parte de su madrastra, mientras su padre no hacía nada por ello debido sin duda a la dependencia por el sexo que la mujer le proporcionaba.  El cabrero desapareció al muy poco tiempo y Marcos sobrevivió conviviendo con animales porque aprendió a comunicarse de forma natural, como si se tratara de otro animal de aquella soledad salvaje y boscosa, no como un ser humano hipotéticamente superior, si no perdiendo esta conciencia atávica.
De esta forma, formó parte de la manada de lobos que por allí merodeaban y por consiguiente llegó a adquirir hasta la mentalidad de los cánidos.
Uno, reflexiona sobre estos doce años vividos de forma tan integrada en la naturaleza y al tiempo tan feliz porque seguramente ya no pensaba como ser humano, si no como animal. Su experiencia tiene que ser enorme y hasta divina, no como adjetivo religioso, sino como excelente y extraordinaria. Incomparable y difícil de llegar a entender por mucho que tratemos meternos en su mente. Meterse en la conciencia animal debe ser como verse cara a cara con un extraterrestre en un planeta a mil millones años luz de la tierra que no tiene parecido ni similitud alguna con nosotros. Es llegar a la perfección, diría yo.
Quien es amante – de verdad, no por la compañía o verse superior para ser obedecido – de los animales y en particular de su perro, sabrá de lo que hablo. ¿ Cuantas veces has cogido con las dos manos la cabeza de tu amigo perruno y te has quedado mirando fijamente a sus sinceros ojos tratando de meterte dentro de su pensamiento?.



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